A inicios del presente siglo, los señores Euladio Maldonado (natural de Cheto, Chachapoyas) y el soritorino Juan José Chuquista descubrieron una quebrada muy salada a la que posteriormente comenzaron a explorar y explotar.
En 1930, el celendino Elías Silva fue quien se dedicó a tecnificar la extracción de sal, hirviendo el agua hasta lograr por evaporación tener sal seca, la que puesta en canastas cilíndricas preparadas con bombonaje o bejucos de la zona, les permitía el traslado hasta Soritor, de donde lo exportaban a Rioja, Moyobamba y a otras provincias de Amazonas y Cajamarca.
En esa época las personas que visitaban el lugar con la finalidad de preparar la sal, tenían que recorrer un camino pantanoso y lleno de dificultades durante 12 horas aproximadamente. Salían de Soritor a las cuatro o cinco de la mañana.
Quienes se dedicaban a la extracción de sal tenían que quedarse en el lugar durante una semana o más días.
En plena selva este trabajo de industrialización rudimentaria resultaba todo un reto pero los antiguos soritorinos lo hacían hasta que apareció la sal yodada.
Para extraer la sal hacían hervir el agua salada en peroles y utilizaban como combustible árboles verdes
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